La ‘mecánica’ Wilhelm

MÁS DE 40 AÑOS AVALAN LA TRAYECTORIA DE ESTE MECÁNICO ORIUNDO DE OSORNO, QUE ECHÓ RAÍCES DEFINITIVAS HACE MUCHO TIEMPO EN LA CIUDAD.
EL DUEÑO DE UNO DE LOS TALLERES MECÁNICOS MÁS ANTIGUOS DE LA CIUDAD, COMENTA LO QUE HA SIDO SU VIDA LIGADA A LAS TUERCAS, Y A LA VOCACIÓN DE SERVICIO QUE AÚN LLEVA DENTRO.


Entrar al taller de Enrique Wilhelm ubicado justo en la intersección de las calles Ecuador con Hettich, es adentrarse de inmediato en el mundo de la mecánica automotriz. Maquinas, herramientas, lubricantes, llantas y un sinfín de piezas se pueden apreciar en el galpón, al momento en que Enrique está terminando lo que parecen ser unas facturas junto a su señora.
No sólo llama la atención lo espacioso del taller, sino también las caras amigables que rondan, y por supuesto su señora Olga Meyer, quien acota “que con el pasar de los años he ido aprendiendo bastante de automóviles, ya que cuando me casé no tenía idea”.
Este Técnico mecánico de la Universidad Técnica del Estado de Temuco, ha estado desde muy joven ligado a las cuatro ruedas. Proveniente de una familia donde ya su abuelo tenía un taller mecánico, nada más y nada menos que uno de los primeros de Osorno, como lo valida una antigua fotografía en sepia que guarda en su oficina.
“La pega no ha estado muy buena”, recalca. “Antes esto se movía más. Yo no soy pionero en este rubro en la ciudad, pero fui el segundo que tuvo rectificación de motores, y con la característica de que esto ha permanecido como un negocio familiar a través de los años, donde también colabora mi hijo mayor, Juan”.
Precisamente en 1973, luego de salir de la planta Masisa, donde era uno de los armadores y experto en la parte mecánica, vino a su mente la idea de instalarse con algo del rubro. “Yo soy uno de los fundadores de Masisa prácticamente. En ese tiempo, agosto del 1973, era Jefe de Producción de la planta, además Presidente del Sindicato Industrial y uno de los brazos derechos del gerente. Por diferentes motivos salí de la empresa, donde se me pagó todo, además de un premio. Con eso pude comprar este terreno (en alusión al taller). También me alcanzó para la construcción y adquirir algunas herramientas”.
Lo interesante vino después, cuenta. El primer paso ya estaba dado, sin embargo había maquinaría que tenía que ser estudiada y aprendida netamente en la práctica: “ese aspecto fue bien interesante, en todo lo que hace mención a la enseñanza. Y después había que entrar al mercado, que la gente tuviera plena confianza en lo que uno hace”.
Tal vez uno de los métodos usados para “ganarse” a su clientela ha sido la amabilidad que ha caracterizado a Wilhelm durante todos estos años. Al respecto enfatiza que “creo que eso se debe dar en todo ámbito de cosas, es algo básico. Si alguien atiende mal, uno simplemente no acude, o va por estricta necesidad y nada más”.
Pero, lo bueno también puede jugar en contra, como recuerda a estas alturas a modo de anécdota: “un día un señor se quedó en pana en Paillaco, venía con toda su familia de paseo al sur, así que fui a buscarlo y lo traje hasta acá. Incluso traían una lancha en la parte trasera de su camioneta. Pasaron las horas, logré reparar el vehículo y al momento de pagar el me dice que no tenía nada. Y claro, cuando uno sale a pasear no está preparado para estas eventualidades. Entonces él me ofreció un cheque, el cual acepté sin problemas. La cosa es que el hombre partió y seguramente cuando iba por Osorno me entero que dio orden de no pago. Lo atendí a cuerpo de rey, y bueno, me la hizo no más. Jamás supe que fue de él”.

BOMBERO DE CORAZÓN
No sólo la mecánica ha formado parte del mundo de Wilhelm, con gran entusiasmo explica que durante largos años también fue bombero, llegando incluso a ser nombrado como máxima autoridad. “Ingresé al cuerpo de bomberos al par de meses de haber llegado a Valdivia, a la 4ª Compañía. En ese lugar estuve haciendo guardia y viviendo solo durante aproximadamente 4 años, hasta que me casé. Hice todos los puestos, hasta Director. Aproximadamente en el año 1984 me eligieron como Comandante del Cuerpo de Bomberos. Fueron tiempos y momentos muy bonitos los que viví al interior”.
Claro que también deja entrever que es lo uno o lo otro… “Uno sale cansado. Un Comandante del Cuerpo de Bomberos, hoy en día, es una persona que tiene que tener mucha dedicación, o a sus negocios o a los bomberos”.
Entre las historias que recuerda, están verdaderas hazañas que le tocó vivir, como por ejemplo, el incendio del Teatro Central. Incluso su señora recuerda una vez que tenían que ir a una fiesta y literalmente se quedó con los crespos hechos, ya que su marido tuvo que salir raudamente al incendio de la municipalidad, ubicada en ese tiempo en una zona muy cercana a la actual.

PREPARACIÓN CONSTANTE
Como hombre de experiencia en el mundo de la mecánica da ciertos tips a sus futuros colegas: “estudio y mucho estudio. Hoy en día todo se va actualizando muy rápido. Los sistemas cada vez más se adentran a lo electrónico, a la parte computacional, por eso hay que estar en constante capacitación”.
También espera que el negocio mejore, acompañado del repunte de la ciudad, que actualmente dice no percibir. “Hoy en día, Valdivia vive de las universidades, de la nueva región poco y nada. Si tú la comparas con otras ciudades cercanas, cada vez crecemos menos. Hay que hacer algo y pronto para volver a reflotar”.
Sea como sea, este valdiviano de corazón siempre está dispuesto a dar soluciones a las ‘pannes’ de los automovilistas locales.